Más allá de lo que signifique e implique ser arte, la moda es hablar de si los juegos lo son o no. Nadie es capaz de definir el concepto, demasiado fragmentado tras miles de años de historia y miles de críticos haciéndolo evolucionar.
Lo único que me atrevo a juzgar sobre el tema es que de aquí a 80 años los historiadores del arte hablarán de los videojuegos como tal, evidentemente. Al fin y al cabo, arte es todo aquello que una sociedad acaba definiendo como tal.
Para los críticos de medio pelo, arte implica una especie de manifestación de algún tipo de sublimadora belleza u horror aderezados con una porción de alta cultura en su discurso.
Pero a la hora de la verdad lo que me encuentro al mirar el medio son dos palabras inquietantes para la alta cultura y que están muy arraigadas en la definición primaria de los videojuegos: diversión y jugabilidad.
La diversión es un concepto que muy pocos pueden definir pero que, poco a poco, un medio que vive de ello ha ido depurando mecanismos para lograrla.
En cuanto a la jugabilidad, que viene de lo que es posible hacer en el juego, la propia raíz de la palabra pone de manifiesto que el jugar es su parte indispensable.
Estos dos conceptos no casan para nada con el arte, que se dedica a despreciar el medio hablando de mero entretenimiento.
Me pregunto entonces si en realidad queremos ser arte.
El medio lúdico es muy poco consciente de si mismo. Actualmente vive de tomarse en serio, aglutinando todo lo que otras artes han depurado ya para encontrar un lenguaje y una identidad.
Y precisamente eso es lo que ha hecho una diferencia. Modern Warfare, Mario y Sonic, GTA, contenido retro, Resident Evil... Productos punteros en popularidad, entretenimiento, adicción, derroche tecnológico, calidad artística innovadora, continuo canibalismo estructural y muchas cosas más. Eso son los videojuegos. Son uno de los medios más adecuados a su público, buscando siempre llegar más lejos en lo que los jugadores le pedimos.
Y, aunque todo eso no sea arte, es lo que define el medio. Un medio llamativo porque es valiente. Por inmaduro quizás, pero valiente.
Los David Cage de turno, los contenidos seriados al estilo televisivo, el cine interactivo y cualquier otro concepto que intente esconder el "core" de los videojuegos es un acto de retrógrada cobardía.
Señores, estemos orgullosos de vivir en un mundo en que un joven medio, lleno de vida y con ideas propias, tiene motivos para mirar al futuro porque su presente es bueno y prometedor. No nos avergoncemos de lo que define a los videojuegos. Buscar las diferencias respecto a otras artes y a otros medios es algo positivo y fresco. Así pues, cuando hagamos juegos, preguntémonos si queremos ser arte. O, mejor aún, de qué manera queremos hacer evolucionar el mundo del arte.
sábado, febrero 27, 2010
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